En octubre del 2015, para muchos esto puede sonar a una pérdida innecesaria de tiempo. Más de uno pensará que el avance tecnológico nos ha librado de tan arduas tareas, pues ahora tener una canción suele estar a la vuelta de un clic. Por supuesto, desde la perspectiva de que la única ganancia en una actividad de esta naturaleza hubiera sido tener una canción para escuchar. Pero quisiera que viéramos esta anécdota desde otra perspectiva: ¿Se imaginan la sensación de orgullo, de auto satisfacción, cada vez que mi amigo lograba terminar de editar una canción? ¿Cuántas cosas hacemos ahora, en este mundo preparado para ser pragmático, que nos llenan de tamaña satisfacción, sólo por el gran esfuerzo de haberlas hecho?
Actualmente, la mayoría de las veces esperamos que cualquier esfuerzo deba ser recompensado de inmediato. Y con creces. Porque el tiempo es dinero, mi tiempo tiene un costo, etc. Muchos consideran, a veces sin ser conscientes de ello, que la experiencia de vida exitosa es una compra inteligente (menos precio, más valor).
Por ejemplo los ejercicios, que antes podían ser solamente un hobbie, ahora se suelen hacer porque es una obligación estar más saludables o delgados, no porque nos gusten solamente. Si cuestan esfuerzo, que sirvan para algo, ¿no? Otro ejemplo: nuestro tiempo libre está cada vez más plagado de esfuerzos para hacer una vida social o familiar necesaria, cada vez menos por una satisfacción o un disfrute puro y simple. Por eso tiene que estar documentada, hecha pública para que todos vean que nos va bien y que tenemos amigos, es parte de nuestro curriculum vitae ser feliz y tener muchos likes. Y al parecer, la tendencia es a que esto se incremente. Y no hablemos de pasar el tiempo con nuestra familia ¿Lo hacemos porque algún psicólogo –o algún libro que hayamos leído- nos aconseja hablar con nuestros hijos para que no terminen mal en la vida (o con un poco más de egoísmo, para que nos mantengan cuando viejos), o realmente encontramos satisfacción en estar junto a ellos?
Cesare Pavese, un gran escritor italiano, solía decir que solo un niño se toma en serio su juego. Ahora me pregunto, ¿hace cuánto tiempo que dejamos de ser niños, que no nos tomamos en serio el ocio no remunerado, el gusto de esforzarse en una tarea sin estar pensando en la utilidad que podamos sacarle al hacerla?
Recuerdo que hace algunos años, conocí a una pareja de recién casados que se puso a pintar su primer departamento durante uno de esos largos fines de semana. Quedaron agotados y las paredes les quedaron terriblemente veteadas. Terriblemente. Pero, según me dijeron, sonrieron mucho ese día.
Quizá muchos, viendo la desastrosa pared pintada, les dirían que debieron llamar a un profesional, que fue una pérdida de tiempo. Algunos extremistas, frente a unas posibles fotos de la experiencia en redes sociales, quizá también les acusarían de mostrarse poco exitosos, pues parecería que no tuvieron ni para contratar a un pintor. Y el tiempo vale oro, hay que aprovecharlo en algo que nos haga más ricos, que nos haga ver más profesionales. Pero la velocidad de nuestras vidas productivas podría estar impidiéndonos tener el tipo de sonrisas que tuvieron ellos ese día. Y los siguientes días, recordando la experiencia.
Estas ideas, que tengo hace ya algún tiempo, volvieron a mí cuando me topé con la conferencia de Hernán Casciari, en el Tercer Simposio Internacional sobre Libro Electrónico. Originalmente, nos cuenta él mismo, iba a hablar sobre la cadena de libro en el mundo digital, a propósito de su experiencia como editor. Un día antes entendió que había algo más importante sobre lo que hablar, y muy a su estilo, lo hizo lúdicamente.
Concuerdo con las ideas vertidas en esta ponencia. Sobre todo las que expresa a partir de la experiencia de contarle un cuento a su hija, pues también me ha tocado vivirla.
En un tiempo en que los libros de teoría de la educación hablan de formación integral de la persona, en que toda la teoría en general menciona la ruptura de paradigmas y la integración de los conocimientos, deberíamos seguir cultivando, de vez en cuando, el arte del ocio no remunerado pero satisfactorio. Creo que es un complemento del sentirse vivos, de ser alguien para nosotros mismos y no solo para los demás. Deberíamos, creo yo, conservarlo y transmitirlo.
Les dejo el video de la ponencia, que dura exactamente veinte minutos. Cuando la vean, entenderán el sentido de esta precisión. Pero además, para los que como yo prefieren tener las ponencias por escrito antes que en video, comparto una transcripción de la misma que estuve haciendo esta semana. Como para seguir con el tema del disfrute del ocio no remunerado.
Pueden leer la versión escrita desde este enlace.